sábado, 6 de octubre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (día 8)

Sol y nubes por las mañanas. Dos planes posibles en el día de hoy. Uno era ir a ver la exposición de ropa de Hollywood del Victoria & Albert y después ir a tomer nuestro primer té de la tarde y la segunda ir al mercado de Burough. La primera se nos torció porque no había sitio en el hotel donde íbamos a tomas el té con un descuento de 2x1 así que nos fuimos al mercado de Burough, que nos parecía un plan estupendo. Salimos de casa sin desayunar y corriendo para tomar el desayuno en la cafetería de la Tate Modern, famosa por sus vistas. Antes de coger el metro paramos a comprar algo de fruta para ir comiendo por el camino en un puesto callejero. Es curioso pero salvo dos piezas de fruta que uno puede encontrar en un supermercado, no encontrarás fruterías como tal en el centro de Londres. Lo que se ven son puestos callejeros que venden fruta y verduras en plena calle, llueva o nieve.



Decidimos que el mejor camino para llegar a la Tate sería coger el metro hasta St Paul. Ahí iríamos paseando, por segunda vez en este viaje, sobre la pasarela peatonal del Támesis. Hay que decir, con todos los problemas constructivos que tuvo, que la idea de la pasarela es magínifica. Une con mucha personalidad el clasicismo de St Paul con la modernidad de la Tate. A casi cualquier momento del día está llena de gente paseando, haciendo fotos o, simplemente, yendo de un sito a otro por el camino más corto posible (la distancia entre los puentes de coches a veces es grande en el Támesis. La caminata abrió todavía más el apetito que nos llevó a la Tate. Como comentario deciros que Bea y yo discrepamos profundamente sobre el edificio de la Tate. Para ella no es más que un edificio desolado, vacío y frío. Para mí es increible, un fiel reflejo del arte moderno y del minimalismo en diseño que tanto me gusta. Y que decir tiene que es una idea brutal de aprovechar un edificio que no era más que una central térmica en un sitio privilegiado. En fin, que no sin dar unas pocasa vueltas, y tras observar una performance en la planta abaja (un grupo de gente dando vueltas todos juntos de un lado a otro de la Tate sin oficio ni beneficio) nos subimos al último piso a tomar el café. La cafetería de la Tate es un secreto de esos secretos secretísimos que aparecen en todas las guías de viaje, no se si me entendéis. De todas formas, es una manera barata de tener una vista priviegiada sobre la City, de esas que suelen valer mucho dinero, y casi gratis. Además, he de decirlo, el café es de los mejores (si no el mejor) que he probado en Londres y el té lo sirven de una manera realmente profesional, dando el agua y el filtro con las hojas por separado, para que puedas saber cuanto tiempo lleva el te sumergido en el agua. Genial y muy recomendable, anotadlo para vuestros viajes. Antes de irnos de la Tate decidimos dar una vuelta por la tienda del museo, distinta y con muchas cosas curiosas.



De allí salimos hacia el mercado de Burough, uno de nuestros sitios favoritos de Londres, como buenos fans de la comida que somos. Que decir de este mercado que no haya contado ya. Comida de todos los lugares del mundo, y no cualquier cosa. Solo con mencionar la palabra Burough salivamos. Quesos increibles, fiambres, salmon ahumado, trufas frescas, panes, pasteles, confituras, especias... Todo de la máxima calidad y ofrecido siempre por adelantado para ser probado. Nunca comprarás al azar sin saber si la calidad es lo que parece. Dimos un buen paseo comprando algunas cosillas y probando de todo. Al cabo de un par de horas de paseo estábamos derrotados, así que decidimos darnos un lujazo y comimos en el Roast.



El Roast es un restaurante situado en lo alto del mercado de Burough. Es lo único que hay sobre el mercado, en un primer piso al que se accede en ascensor. El restaurante ya lo habíamos visitado en una anterior ocasión y sabíamos perfectamente lo que nos ofrecía, comida inglesa. Que sí, que tiene mala fama. ¡Pagar un buen dinero por comida inglesa, a quien se le ocure! ¡Meeeeeec! ¡Error! Repetid conmigo. La comida inglesa basura que podéis comer en Oxford Street o el Soho es generalmente mala. Como mala puede ser la comida española que se puede comer en un sitio turístico. Os podría poner ejemplos terroríficos, como un día en la calle del Franco de Santiago de Compostela, donde se nos vendío como tortilla de patatas unas patatas fritas congeladas mezcladas con un huevo de color sospechoso. Esa es la imagen que se ofrece de la cocina inglesa. Pero la cocina inglesa puede ser deliciosa, simplemente hay que dirigirse al lugar adecuado. Y el Roast es uno de esos sitios. Cocina muy cuidada, con buenos ingredientes (en UK e Irlanda hay carne magnífica), tratada con cariño y sabiendo asumir ciertas influencias extranjeras. Yo me apunté a un menú de dos platos y postre que consistió en una terrina de jamón asado, gelatina y perejil, barriga de cerdo asada y crumble de fresa y manzana con crema de vahinilla. Bea se tomó solomillo bien madurado asado con pudding de Yorkshire y patatas asadas y salsa de rábano picante. Brutal sería la palabra de como sabía todo esto. Todo esto mientras en la cristalera se puede ver el mercado y su bullicio.


Llenos llenísimos aún tuvimos tiempo para parar en un último sitio. En una calle aledaña al mercado hay una tienda llamada Neal's Yard Diary. La tienda es un compendio de los mejores quesos de las islas británicas, recogidos en pequeñas granjas y con un cartel explicando pormenorizadamente el origen, el tipo de leche, el tipo de cuajo y quien es el dueño de la granja. Le falta solo poner el nombre del animal/animales del que ha salido la leche. Además de quesos la oferta se complementa con mantequillas, requesones, yogures. Si sois aficionados a los quesos, haced el favor de pasar por el sitio aunque solo sea a probarlos y babear. Cansados y algo derrotados partimos hacia el apartamento a dejar las compras, coger un paraguas (estaba empezando a llover) y bajar hasta Oxford Street a hacer alguna comprilla.


Bajamos hasta Bond Street y entramos en unas cuentas tiendas antes de entrar en Selfridges, uno de los centros comerciales más chulosde Londres. La visita a Selfridges para nosotros es más un sitio para ver moda que otra cosa. Como ir a una pasarela a ver alta costura mientras paseas. A la puerta del establecimiento, más de media docena de chóferes y guardaspaldas esperan por sus adinerados clientes. Dimos un pequeño paseo y salimos hacia la calle otra vez. Paramos en un café a descansar y sentarnos en un sofá antes de seguir camino. Al cabo de unas cuántas tiendas más, muertos ya del todo, decidimos coger algo de comida para llevar (un sandwich de gambas y aguacate, una sopa de miso, un poco de pollo teriyaki con arroz y un mochi) e irnos al apartamento a descansar, tras otro largo día que hemos aprovechado mientras las fuerzas aguantaron.

No hay comentarios: