viernes, 5 de octubre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (día 7)

Hoy el sol asomaba de nuevo entre las nubes. Las previsiones eran que esas condiciones meteorológicas se mantuvieran durante todo el día. Como ayer ya habíamos hecho algo típico, nos queríamos alejar un poco de todo eso, así que nuestro destino serían los Kew Gardens. Así salimos del apartamento, cogimos un par de cositas en el Cafe Nero de al lado de la estación y nos dirigimos en metro hasta Kew.



Cuarenta y cinco minutos después estábamos en Kew, situado en zona cuatro. Londres ya no era edificios y bullicio. A solo media hora de distancia de Trafalgar square estábamos en una tranquila zona residencial, de casitas victorianas y calles tranquilas flanqueadas por árboles. Un sitio que sería algo más que idílico para vivir si no fuera porque una de las configuraciones de aterrizaje de Heathrow pasa justo por encima. A ver, no es que esté tan cerca como para que el ruido sea terrible, pero vivir ahí y tener que aguantar el ruido de un avión cada minuto y poco no creo que sea lo mejor para estar tranquilo en tu jardín. A pesar de eso, curioseando los precios, una vivienda cutre en la zona cuesta seiscientas mil libras. Hay que decir que salvando el ruido de los aviones la zona es preciosa.



En fin, que a un par de manzanas de la estación de metro (de superficie) está la entrada de los Kew Gardens. Los jardines, patrimonio de la humanidad, es más que un típico jardín inglés, como atestiguan las dieciseis libras que hay que pagar de entrada. Y ese dinero es para conservar lo que es una amplia muestra de las especies vegetales que hay en este planeta en el que vivimos. Según su publicidad son los responsables de preservar un octavo de todas las especies vegetales conocidas en el mundo. ¡Y eso son muchas especies! Según entramos ya empezamos a alucinar con los árboles. El recinto es un parque con cientos de árboles distintos, alguno plantado hace casi trescientos años. Además hay un par de pavellones/invernaderos victorianos y algún que otro más moderno.



En fin, que empezamos a caminar y ya en el primer pavellón alucinamos. Especies sudamérica, áfrica y oceanía. El calor y la humedad son altísimos. Sensación de clima tropical dentro, acompañado por la sensación de estar en una selva. Salimos de allí con mucho calor para volver al clima otoñal exterior. De ahí seguimos a otro pavellón con plantas de climas desértico y con otro ejemplos de zonas húmedas. Seguimos otro rato caminando hacia el restaurante, donde paramos a comer. Nos sentamos en otro pabellón victoriano a comer un guiso de carne, un arroz y un par de tartas para coger fuerzas para seguir hasta la hora de cierre.



Caminamos por los senderos y entre ellos. En el parque nada impide ir por el cesped, y hasta se potencia. Por enmedio de los árboles hay aquí y allá, dispersos, bancos para sentarse. Nos aprovechamos de ellos de vez en cuando, pero lo que realmente apetece es tumbarse en el verde suelo y disfrutar de los rayos de sol cuando asoman. ¡Se está de maravilla y realmente apetece echar una cabezadita! Seguimos y nos subimos a una pasarela panorámica que hay sobre unos casataños enormes. A dieciocho metros de altura uno puede ver el parque en toda su extensión. Volvemos a bajar y nos vamos caminando hacia una pagoda y a un jardín japoneses. De ahí al último pabellón, donde podemos ver plantas americanas y europeas. Sólo nos quedó visitar la tienda para salir de los jardines, contentos y satisfechos, poco antes de que cerrasen. He de decir que estos jardines son una maravilla y hay tantas cosas que sorprenden... Yo realmente creo que estos fueron creados para conservar y estudir plantas a las que los ingleses sacaron rendimiento económico. Fueron ellos los que robaron las plantas de té de china y las llevaron a sus colonias de la India, por poner un ejemplo muy conocido. Pero verlos a día de hoy y ver el trabajo de conservación que hacen es magnífico y merece mucho la pena. Avisados de que si los queréis ver con calma hace falta todo el día. Nosotros llegamos a las doce menos cuarto y solo vimos medio parque (aunque vimos lo más importante. En fin, que una vez visto, nos cogimos de nuevo el metro y esta vez nos bajamos en Leicester Square, en pleno corazón de la zona de teatros de la ciudad.


La idea que teníamos para acabar el día de hoy era irnos a disfrutar de un musical. La última vez que estuvimos aquí vimos Grease y nos lo pasamos estupendamente. Queríamos repetir, así que nos bajamos del metro y fuimos directos a las taquillas de Tkts. Tras dudar un rato, acabamos eligiendo ir a ver The Jersey Boys, que lleva siendo un éxito muchísimo tiempo en el West End de Londres. Así que compramos unos buenos asíentos a mitad de precio para la sesión de las siete y media. Teníamos una hora para comer y estábamos en una zona no muy recomendable para comer rápido y bien. Así que ante la indecisión y la prisa que teníamos acabamos en el Burger King de la plaza. Comimos un par de menús y flipamos con la nueva máquina de bebida que tenían. Te daban el vaso y en vez de una hilera de pulsadores donde llenar la bebida había una única máquina con pantalla táctil. En ella podías escoger más de 100 bebidas distintas. Para que os hagáis una idea, de Sprite lo había clásico, de arándano, de cereza, de melocotón, de lima y de uva. En fin, que cenamos rápidamente viendo a la gente de la calle pasar y nos fuimos de cabeza al musical.



The Jersey Boys es un musical que lleva años triunfando en Broadway y en el West End. Cuenta la historia de The Four Seasons, un grupo muy famoso de los 60. La verdad es que nos lo pasamos muy bien. Típica historia de ascensión de un grupo, sus relaciones con la mafia local, las disensiones entre ellos... Buena música y muy muy buenas actuaciones y voces. Contentos y felices salimos del teatro camino de Picadilly para hacer un último paseo nocturno. Para finalizar nos dimos un paseo en bus por la ciudad y de vuelta al apartamento. ¿Que nos deparará mañana?


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