miércoles, 10 de octubre de 2012

Londres. No, no nos cansamos. (día 12)

Que bonita es esta ciudad cuando el tiempo acompaña. Nos levantamos con el sol en el cielo, solo alguna nube ocasional. Temperatura algo fresca pero agradable. Destino del día: Windsor.


Para llegar a nuestro destino, un bus y un par de trenes. Poca cosa. Menos de una hora desde la puerta del apartamento hasta la estación de tren de Windsor & Eton Central. Para coger el tren, por si os decidís a venir, se coge en Paddington y hay que hacer un trasbordo en la estación de Slough. Cuando uno va llegando a la estación, ya puede divisar entre los árboles el castillo, famoso por ser la una de las residencias reales favoritas de la reina de Inglaterra, y lugar donde pasa muchos fines de semana. En fin, que llegamos a la estación y esto ya no es Londdres, ni mucho menos. Las casas han cambiado y parece que estemos en un pueblo de la campiña. El castillo, en un estado formidable, llama a ser visitado. Así que, tras hacer una pequeña cola, coger la entrada y pasar un control de seguridad con rayos X y detector de metales incluido, entramos al interior de las murallas.


El castillo es formidable. Cuando vayáis a visitarlo mirad en la web oficial que estén los apartamentos reales abiertos. Nosotros menos mal que lo comprobamos porque pensamos en ir otro día que al mirar en la web estaban cerrados. La pena de ir en esta época es que no se puede subir a la torre redonda que tiene unas vistas fabulosas, allá en lo alto. Pero no pasa nada. Uno puede pasear por el patio, hacer mil fotos y, sobre todo, entrar en los apartamentos reales. Antes de entrar en ellos se puede ver la pedazo de casa de muñecas que es una gran afición de la reina, e incluso ver una colección de fotos de la reina (que como muy bien apuntó Bea sale con todo dios pero no con Diana), pero lo interesante de todo es ver los apartamentos. Nosotros hemos ido a grandes palacios e impresionantes castillos. Francia, Alemania, Dinamarca, Suiza, Austria... Pero lo realmente impresionante de este, es que está habitado. Cuando uno va a un palacio, ya sea francés, centroeuropeo, lo que queráis..., uno no deja de tener la impresión de estar viendo un museo. Un conjunto de cosas que muchas veces ni siquiera pertenecieron nunca a ese castillo, ya sea porque han desaparecido o ya sea porque fue saqueado en periodos convulsos de la historia de ese país. Pero Windsor, está habitado. Esas habitaciones, esas mesas y sillas... ¡se usan! Esa sala de escritura, con esos cuadros ¡de Rubens! es una sala donde el rey va a escribir sus cartas. Esa sala con armaduras medievales con lanzas de justa colgando de las paredes, es una sala donde se celebran comidas. Es realmente increible. Eso sí, las fotos están prohibidas y hay que hacerlas con muucho disimulo porque hay guardias en casi todos lados vigilando que no las hagas. Yo pude escaquearme un par de veces y Bea otras tantas...


De allí salimos hacia la St George Chapel, una capilla enorme situada dentro de las murallas del castillo. Asllí está enterrada una buena parte de la realeza del país. Entre los enterrados allí, el conocido Enrique VIII, famoso por su mala leche con sus mujeres (se cargó a seis esposas y dos amantes).  La capilla es realmente bonita y nos quedamos un buen rato paseando, viendo tumbas, fijándonos en los detalles del techo o observando las tallas de madera. Cansados de pasear buscamos donde comer.

 
A veces de viaje es complicado comer a las horas correctas. Hoy desayunamos tarde y dentro del Castillo no hay donde comer. Así que acabamos comiendo tarde, a eso de las tres y media. Sin buscar mucho esta vez acabamos comiendo en un pub estupendo, el Duchess of Cambridge. La decoración, con luz ténue, lamparitas y mezcla de mesas altas y bajas es muy acogedora. Estamos a deshora, así que comimos con toda tranquilidad. El pub da de comer hasta las seis de la tarde, así que sin problemas. Bea se tomó su deseado fish & chips (que tantas ganas tenía de comer de nuevo) y yo me tomé una hamburguesa de ternera con stilton y champiñones. De postre me tomé una especie de creme caramel con unas fresas con azucar de romero y unos shortbread. Todo ello con una buena cerveza inglesa y nada nada caro. Así que como estábamos muy bien decidimos comer con toda la calma del mundo y acabamos saliendo del sitio cerca de las cinco.

 
A esa hora lo que nos apeteció hacer fue caminar hacia la vecina localidad de Eton, que está completamente pegada a Windsor. Eton es poco más que una calle, pero es famosa por el colegio que es de los más prestigiosos de UK. Además de todo eso es un bonito y acogedor pueblo que apetecía caminar mientras hacíamos un poco la digestión. Así que caminamos ida y vuelta, cruzando dos veces el Tamesis por el camino, río que es mucho más pequeño y manejable a esta altura que cuando lo ves en Londres. A la vuelta paramos a dar de comer a unas docenas de cisnes y de vuelta a la estación camino de Londres, muy pero que muy contentos y satisfechos de haber venido hasta aquí.

En Londres a la vuelta poco hicimos, pasear otro rato... Cogimos un bus hacia Queensway, una calle que recorrí tantas veces la primera ocasión que estuve en Londres y que Bea no estaba. Es una calle con mucha vida. Restaurantes, tiendas... Lleno de turistas que están en los hoteles cercanos a Paddington pero también de muchísima gente de la zona que tiene esta calle como zona de esparcimiento. Cuando no pudimos más, cogimos un metro y de camino al apartamento. Bea decidió coger algo de cenar en un Wasabi cercano y yo me dí una vuelta hasta el super. De esta forma cenamos en casa y dedicamos el tiempo a planificar el día de mañana, el último en Londres de este viaje.

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